Andaba por ahí, de mal genio como siempre, cabizbajo, cuando de repente me encuentro con un artista del diseño gráfico, trabajando a mano. Sí, como lo oyen, a mano. Una especie en extinción.

En esta época donde todos dependemos de las comunicaciones y que tenemos adherido a nuestras extremidades superiores un aparato electrónico del que dependemos para pensar, en esta etapa del ser humano, que no dudo en llamar oscurantista, y lo digo porque si me preguntan una operación matemática como una multiplicación por tres cifras o más, tengo que recurrir a esa nueva extensión de mi cuerpo que si no está cargada, se me va a ser imposible realizar dicho cálculo matemático. Eso, o a menos que tenga a la mano un lápiz y un papel.

Un lápiz y un papel, y no ese papel que se usa para limpiar nuestros desechos, aunque igual nos serviría si lo manejamos con cuidado. Algo que no tiene que ser cargado energéticamente para ser usado, y que requiere el poco conocimiento que tengamos de las tablas de multiplicar, y si se nos ha olvidado, no olvidemos usar los dedos de las manos.

En fin, la historia comienza cuando veo a un señor de avanzada edad dibujando a pulso, con la ayuda de tinta negra y un pincel sobre una pared blanca, un aviso publicitario, anunciando el traslado de un negocio a otra dirección. Quedé anonadado cuando vi que lo escribía a mano alzada y sin la ayuda de una regla, o alguna regleta de letras, solo con el texto que tenía que escribir anotado en un papel de un cuaderno, escrito con lapicero.

Es que he conocido casos de gente que contrata a profesionales para hacer avisos sencillos, y se han negado a hacerlos porque no tienen el “laptop” a las manos, o tienen un “ordenador” pero no tienen en el software la más reciente versión del “Photoshop” o del “Illustrator”, además que deben tener acceso a un plotter o si no es el caso, una impresora de tinta si no es láser. Y es que estas personas sin estas tan comunes, pero a la vez tan sofisticadas herramientas no se atreven a ofrecer un servicio de este tipo, porque la Academia les ha enseñado que es preferible no hacer nada, a hacer algo mediocre y fuera de la estética establecida.

Eso hace más valioso el trabajo “machetero” de estos artistas que en la mayoría de los casos suelen cobrar muy barato su trabajo, y quienes lo contratan saben que son avisos temporales, pues durarán mientras consigan arrendar el lugar a alguien que lo primero que hará, será pintar el frente del local para poder hacerlo más llamativo y así vender más.

Va a sonar romántico o más bien anticuado, pero vivir este tipo de situaciones me motiva a seguir adelante cada vez que no tenga a las manos mis herramientas, o simplemente me siento obligado a tratar mejor los implementos de trabajo, a manejar con más cuidado lo que utilizo a diario. Se nos olvida que las cosas no duran para siempre, y aquí estamos y no sabemos qué nos depara el mañana.

Aprovechemos lo que tenemos y preparémonos para usar sabiamente lo que conseguimos, en caso de que ya no tengamos lo que comúnmente usamos.